1. Se supone, porque lo han repetido mucho, que el Joker de los comics es la encarnación del caos, aunque esa es una
lectura relativamente reciente, pues la idea original era la de un psicópata
homicida bufonesco que luego derivó en un ladrón travieso (por imposición del
código que censuraba los cómics en los 60´s y 70´s). En el cine apenas vimos esta idea del caos en la interpretación
de Ledger-Nolan. Sin embargo, tal perspectiva simbólica o alegórica no es lo
esencial de este personaje icónico. Lo esencial son el delirio y la burla con los
que se enfrenta a la sociedad y en especial a su archienemigo, Batman, situado
en las antípodas de la conducta humana. Delirio y caos no son, ni de lejos, la
misma cosa. La apuesta de Phillips-Phoenix se apega más al origen, y retoma
algo que se había descartado en el canon de DC: elaborar los antecedentes. Explicar
cómo y por qué alguien termina siendo un maniaco multihomicida. El riesgo:
justificar la existencia del monstruo (justificación innecesaria en el universo
narrativo de Batman. ¿Pero es innecesaria en el universo narrativo de Joker?) La
película ofrece, de entrada, un cambio de perspectiva: vamos a ver desde abajo,
desde el villano (el nombre con el que los nobles designaban a los aldeanos de
las villas, rústicos, ignorantes, propensos a la delincuencia, incapaces de
sofisticación) Esta inversión es un gran acierto, porque de ella emergen todas
las cosas que no vemos desde la perspectiva del justiciero, pero que sabemos
que están ahí aunque se mantengan invisibles en el cómic. Y lo sabemos porque
las vemos o sufrimos en el mundo cotidiano.
2. En
este filme, la degradación social de Ciudad Gótica no es resultado del caos o
de individuos corruptos que inducen a otros a cometer delitos, sino de la gestión
de una clase dominante, que es sostenida por un sistema diseñado para
beneficiarlos solo a ellos. Es, como en la novela gótica del siglo XIX, la
sociedad decadente que crea e invoca a su monstruo. Y es que la mayor cantidad
de violencia que se ve en la película es violencia sistémica, esa que
normalmente nos regatean en el cine de superhéroes. Casi toda la violencia que aparece, la recibe
Arthur Fleck, un pobre diablo con una condición mental frágil, víctima de abuso, que se siente invisible, insignificante, pero que sabe que es especial, sabe
que las cosas deberían ser diferentes. Es el lumpen sin conciencia de clase, que no advierte la
explotación del sistema, pero sí percibe la injusticia, ansioso de ocupar un
lugar de reconocimiento y aceptación que todos le escatiman.
3. Al
principio, quizás con demasiada redundancia, se nos presenta a un hombre con
una identidad pulverizada, necesitado, ansioso de atención y afecto y víctima
de sus iguales, que reproducen contra él la crueldad que les enseña el sistema.
Un hombre que de a poco va encontrando en la violencia una salida para su
ansiedad disfuncional. Al mismo tiempo, conocemos a un Thomas Wayne
representando a la clase dominante, sin un ápice de empatía, incapaz de
entender el problema al que se enfrenta, y cuya única solución es acumular más
poder (él) presentándose a las elecciones para alcalde. Nunca habíamos visto
así al padre de Bruce Wayne, porque nunca habíamos visto desde los ojos de
Joker (y no es que no se haya mencionado en comics, pero nunca lo habíamos
VISTO)
4. Hasta
que descubre su pasado. O parte de él, y acepta que el asesinato es lo único
que lo satisface. “Todos mis pensamientos son negativos” le dice a la
trabajadora social que siempre le hace las mismas preguntas, pero no lo
escucha. “Nunca he tenido un momento feliz en la vida” le dice a su madre, que
lo llama Happy, antes de matarla, mientras todavía su psique busca un asidero
de afecto que lo contenga. Pero no. Sin quererlo, desata una protesta social
contra los ricos, donde abundan máscaras de payaso, y se ve reflejado en esa
rebeldía que no entiende. Deja las medicinas y su mente se aclara. Siempre sube
una escalera, derrotado, hasta que la desciende bailando, vestido como Joker. La
escema de la escalera es genial no por la metáfora obvia, sino por todo lo que
aparece ahí que no se puede nombrar, eso que sentimos que está bien y todo eso
que sentimos que está mal, porque para ese momento han logrado colocarnos del
lado del tipo más culero del universo DC. Y baila. ¿Es un baile festivo? ¿Es un baile triste? ¿Baila bien? ¿Baila
mal? ¿es a propósito? Y de pronto da miedo. Convierte la derrota en potencia. Le
ha llegado la hora de subvertir la violencia sistémica para atacar el sistema
con una violencia demencial. Con esa falsa alegría que se nos quiso imponer
como mandato. Con esa burla con la que siempre lo castigaron. El goce con el
absurdo y el sin sentido de la vida. No el caos, no es lo mismo.
5. El
único lugar donde le prestan atención al payaso que aspira a comediante es en
un show televisado, para burlarse de él (otra vez). Pero para ese momento él ya
se ha dado cuenta de cuál puede ser su lugar en el mundo. Ha decidido
suicidarse frente a las cámaras para hacer algo notable una vez en su vida. Y
entonces viene el juego de estatus brillante que se despliega en el programa,
donde todos creen que el pobre diablo está muy por debajo, pero no saben que
está muy por encima de su percepción alienada de la realidad. El cambio de
decisión sobre suicidarse (predecible, pero no por eso menos brillante) para asesinar
al presentador que era su ídolo, una suerte de patética figura paterna, es un
giro magistral con el que consuma su bautismo de sangre mediático, donde
descubre que ahí, en el espectáculo de la violencia, está su destino, que es el
rostro de la sociedad capitalista que ignora o destruye a sus ciudadanos en pro
de las apariencias: un rostro con pintura de payaso, vacío, delirante y burlón. El crimen mediático como única salida para conseguir identidad. (nada nuevo, pero sí muy vigente)
6. Y
todo funciona gracias a la genialidad y el trabajo intenso del actor. Phoenix nos hace
sentir piedad, repulsión, ternura, compasión, emoción y miedo. Por partes y todo junto. Queremos
que se vengue, pero no queremos que se vengue. Queremos que se salve pero
gozamos que se condene. Sabemos que lo que sigue está mal pero lo sabemos
inevitable, pues ocurre por necesidad (aristóteles dixit), porque sabemos que lo
que hay también está mal y ha gestado su condena.
7. Y
pese a todas estas virtudes, la película se queda corta en su escenificación de
la protesta social que desencadena el primer asesinato de Arthur: unos juniors acosadores y abusivos que molestaban a una mujer en el metro. Y es que en un principio no se plantean como simples disturbios, sino
como un movimiento antisistema. Ahí le sale lo gringo al director-guionista,
que al igual que Thomas Wayne, no es capaz de ver las potencias y las
afirmaciones de vida que pululan en la desobediencia civil, en las manifestaciones,
en las acampadas, en los plantones. No aparece la gente ayudándose a nada, nadie hace preguntas, nadie organiza brigadas, nadie cuida de los otros (todo eso sí pasa en cualquier protesta estándar) Solo
se retrata el hartazgo y la violencia callejera que va in crescendo. Y es en
ellos, en los indignados devenidos en vándalos, que el personaje, transformado,
encuentra la atención y la admiración que ansiaba. Encuentra su plenitud en esa
violencia delirante y burlona, sin sentido y sin futuro (mas no por eso
inexplicable) que es la esencia del personaje. Como elaboración de un discurso se queda corto, pero nos entrega imágenes magistrales.
8. La
película no desarrolla una reflexión sobre la sociedad que no hayamos visto
antes en cine ni mucho menos que no hayamos leído en ensayos o artículos o
noticias. No va por ahí la cosa. Lo relevante es que es una cinta comercial,
pensada para circular por circuitos mainstream, con un aparato de publicidad
brutal, cuyo contenido es, por lo menos, incómodo para el gringo promedio. Y es
un parteaguas en el cine de cómics y superhéroes como lo fueron para las
historietas las publicaciones de DC Vértigo, con Killing Joke y Arkham Asylum,
por mencionar algunas. Y no, estrictamente, no es cine de superhéroes. El
género de superhéroes es otra cosa que no tiene nada que ver con esto. Solo
tomaron al personaje prestado para desarrollar su tema, porque era el personaje
más indicado para hacerlo.
9. Ultima reflexión: Hay una insistencia malsana e
idiota en los gringos en equipar anarquía con caos. La anarquía, como
movimiento social, como ideología, es lo opuesto al caos, pero o no entienden,
o se esfuerzan mucho por cambiar el sentido de los términos, como lograron
hacer con la palabra democracia.
¡Bravo! <3
ResponderEliminarSi el personaje es Gringo, la editorial es Gringa, el Director y Producciones son Gringas, por que habría de ser universal?
ResponderEliminarEl día que hagan una peli sobre el génesis del ecoloco seguro los gringos no lo entenderán de igual manera por que habría de ser universal la historia.
Sos gigante hermano
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