martes, 31 de julio de 2018

LA IMPORTANCIA DE LAS OBRAS MARGINALES

El otro día una famosa (prestigiosa, loada y adulada) actriz y productora me preguntó (parafraseo): “¿Y por qué mis impuestos tendrían que subsidiar obras de teatro de hueva que nadie entiende?”
Como el tema de la reunión era otro, no pude responder lo que realmente pienso con profundidad, así es que ahora me doy un tiempito para abundar en el tema.
        
Habría que empezar por acordar cuál es la función social del arte. Tremendo tema. No es un asunto que pueda zanjar yo solito pero adelanto una idea para discutir y poder seguir adelante:
El arte tiene la función (entre muchas otras) de producir cierto tipo de experiencias y maneras de mirar y pensar el mundo de forma diferente.
¿Diferentes a qué? A todo eso que asimilamos como “normal”.
¿Qué utilidad tiene eso para una sociedad? Pues nos permite pensar y sentir no solo desde lo que existe dentro de una norma aceptada y asimilada, sino también desde lo posible (deseable o indeseable).
Visto desde este ángulo, cuando el arte deviene en entretenimiento que reafirma los estereotipos y clichés que la sociedad produce, puede resultar muy gozoso, pero con un grado menor de relevancia desde el punto de vista social. El mero entretenimiento sirve como distractor, pero no produce visiones de mundo diversas. Cuando el entretenimiento viene acompañado con una divergencia sobre el mundo establecido, entonces se vuelve relevante.
El arte teatral, como experiencia viva, tiene además un grado de “contagio” en la emoción que puede devenir en pensamiento. Este contagio no es racional, es físico, biológico y neuronal. Conserva algo de aquellos rituales que hicimos cuando empezábamos la aventura del homo sapiens, y que antes de ser simbolizados como una mitología que explicaba el mundo, eran un acto de reafirmación de la comunidad: una manera de decirnos “esto somos, estamos juntos”.
Esto somos, estamos juntos.
Eso significa, todavía, hacer teatro.
Si existen muchas y diversas maneras de hacer teatro, muchos tipos de opciones y experiencias posibles, existen entonces muchas maneras de ser y estar juntos.
¿Cómo garantizar que haya muchas, diversas y variaditas formas de hacer teatro?
Hoy por hoy conocemos tres modelos posibles: 1. que alguien invierta dinero particular (personal o de una empresa) con la esperanza de recuperarlo luego de las presentaciones por medio de la venta de boletos y/o publicidad. 2. Que un grupo o comunidad (pueblo, barrio, congregación, escuela, familia, grupo de amigos) ponga los recursos para hacer la obra sin esperar nada a cambio más que la obra en sí. 3. Que el estado ponga lo necesario (parcial o totalmente) para que la obra se realice. Cada uno de estos modelos condiciona diferentes tipos de resultados, diferentes tipos de obras.
En el primero, como se espera una recuperación económica, solo pueden existir obras de poco riesgo, que garanticen medianamente bien que la inversión regrese, de preferencia con ganancias. Para esto suele recurrirse a estereotipos que el público acepta fácilmente, y casi siempre, a actores con cierto impacto mediático (sin importar su capacidad o idoneidad)
En el segundo, las obras que pueden existir están condicionadas por los intereses (y recursos disponibles) de la comunidad. Suele tratarse de obras honestas y relevantes (para cada comunidad) en su discurso, aunque muchas veces adolecen de pobreza técnica en su ejecución.
En el tercero, las obras están condicionadas por el criterio (o gusto) de aquellos que deciden cuáles merecen  ser apoyadas por el estado. Si estas personas deciden apoyar obras que se parecen a las primeras, ya sea porque otorgan recursos directos, o porque les dan lugar en los espacios oficiales, o porque reciben estímulos fiscales que no están al alcance de todos, y así reproducen los mismos formatos y estereotipos, entonces la diversidad teatral se empobrece y las posibilidades de ser y estar de maneras diferentes, se reduce.
Por eso me parece importantísimo que obras raras, feas, incomprensibles, incómodas, inclasificables, encuentren apoyo en los recursos que el estado ofrece para ello, y que son los impuestos de todos los ciudadanos. A todos nos conviene que haya obras “de hueva e incomprensibles”, por las que nadie pagaría un boleto, por el simple hecho de que eso nos garantiza  más visiones de mundo.
Es en la zona que está afuera del perímetro (la ex-perimentación) donde se dan los hallazgos, que luego el canon se apropia, domestica y normaliza.

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