Nota: Escribí este texto en 2019, y no supe dónde lo publiqué, o dónde quedó en el universod e la web, así es que, como esta discusión se ha retomado (otra vez) lo pongo acá para que se pueda consultar.
Ojo, esto parece una reseña, pero no lo es.
El mes pasado fui a ver en el teatro El milagro, la obra Quien le teme a Virginia Wolf, de Edward Albee Actuada por Daniel Giménez Cacho, Laura Almela, Ana Clara Castañón y Pedro de Tavira. Amén de la probada calidad del texto, me asombraron las tremendas actuaciones de Daniel y Laura. Desde siempre los he admirado como actores, y mi admiración crece cada vez que los veo en escena o en pantalla. Sus más jóvenes compañeros, aún a distancia de estos monstruos, dan la batalla y buscan ponerse a la altura, se sostienen en un desafío de tres horas y mucho texto, muchos matices, mucha complejidad para el desarrollo interpretativo. Se escuchan, se acompañan, gozan el derrumbe de sus personajes, juegan a destrozarse con tremenda verdad. Tres horas de gozosa intensidad donde unos personajes deleznables se dedican a destrozarse unos a otros, incapaces de relacionarse de otra manera. Boletos agotados días antes de cada función.
Pero sobre todo, me admiró que el equipo haya decidido renunciar a un director de escena, en busca de desarrollar un discurso creativo desde y para la actuación. Cada uno decidió lo que haría o no su personaje, y entre todos fueron marcando los trazos o decidiendo cómo era y cómo usarían el espacio escénico. Las jerarquías se disuelven y el trabajo se vuelve horizontal, democrático, y con magníficos resultados. No es la primera vez que los actores de la compañía El Milagro, prueban este modelo.
El Milagro es una compañía y un espacio teatral al mismo tiempo, que ha recibido de manera ininterrumpida desde hace muchos años el apoyo “México en escena” que da el FONCA para agrupaciones con trabajo constante y con espacios independientes a su cargo. Además, sus miembros han recibido otros estímulos, lo mismo que la editorial que sostiene el grupo. Ellos han gozado muchísimos privilegios que ya quisieran otros artistas de la escena: además de haberse criado como clase media ilustrada con una red de contactos heredada en el ámbito cultural, han recibido apoyo del estado por diferentes canales. Estos estímulos del FONCA les han permitido dedicar tiempo a su preparación y a su perfeccionamiento, a los ensayos, pero también a pensar, arriesgarse y proponer modelos de trabajo diferentes a los habituales para ellos. Si pudieron hacer una obra como la referida, es porque además de ser talentosos y disciplinados, tuvieron recursos económicos que facilitaron las condiciones creativas. Ni aun vendiendo la totalidad de los boletos que caben en la sala (70 butacas a duras penas) el ingreso les alcanzaría para cubrir los gastos del teatro y de la compañía. No hay rentabilidad posible.
Si no recibieran el apoyo, tendrían que hacer algo diferente. Probablemente rentar el espacio para misas de alguna iglesia evangelista, como hacen otros.
Por otro lado he visto recientemente las dinámicas de trabajo de la compañía Tadeco Teatro, un grupo independiente con sede en Coyoacán en un espacio conocido como Albergue del Arte, que jamás ha recibido una beca del FONCA.
Como grupo han desarrollado una mística de trabajo cooperativo y horizontal, han logrado ser autogestivos generando ingresos suficientes para sostener la actividad artística de la compañía, (aunque esta independencia también es relativa como se verá más adelante). No cobran el boleto de entrada, sino que piden un donativo. Abren el espacio para otros grupos y no cobran una renta ni una garantía mínima por usar el foro, sino que proponen un arreglo por porcentaje de lo recaudado. Han creado con el tiempo una red nacional e internacional de artistas que colaboran y un público asiduo a su teatro, que se mantiene al pendiente de los estrenos y si le gusta lo presentado, vuelve y lo difunde. En el foro caben hasta 30 personas. Jamás de los jamases van a conseguir sostenerse por la cooperación voluntaria del público aunque tengan siempre teatro lleno. Aunque no lo sé de cierto, supongo que la mayor parte de sus ingresos provienen de los talleres que ahí se imparten. Los ingresos cubren los gastos que genera el espacio y los honorarios de dos personas, mismos que varían según los ingresos del espacio cada mes. La diferencia con El Milagro es que luego de realizar todo lo necesario para sostener el lugar, no les queda tanto tiempo para ensayar las obras, investigar poéticas o perfeccionar sus técnicas.
El grupo tiene 37 años de trabajo y sus integrantes han variado con el tiempo (del grupo original ya no queda nadie, pero el que más tiempo lleva está ahí desde 1985), ha tenido varias sedes y desde 2009 cuenta con la casa actual ubicada en Coyoacán, que es propiedad de uno de los integrantes, el cual aparte de hacer teatro, tiene un trabajo de tiempo completo en absoluto relacionado con el teatro, que le permite ingresos regulares y gracias a los cuales adquirió la casa que ahora es El Albergue del Arte. Es decir, el grupo también ha sido patrocinado, en este caso por uno de los integrantes convertido en mecenas, al poner la casa y también por el trabajo que han realizado otros miembros sin cobrar por ello, o cobrando mucho menos de lo que debería pagarse por un trabajo especializado. Aunque no provenga del FONCA, para que exista un lugar como este, es imprescindible que cuente con subsidio. El sentido de comunidad que se genera en el Albergue del Arte es de los más honestos y fértiles que he visto en la ciudad de México, y sus integrantes son gente talentosa y comprometida con las causas sociales y con el arte, aunque constantemente su desarrollo profesional como actores, directores y creadores en general se ve distraído por la cantidad de actividades no artísticas que necesitan realizar para sostener sus vidas y el espacio: tanto otros trabajos diferentes al teatro (uno es agente aduanal, otro ingeniero) como un sinfín de actividades administrativas y organizativas del propio recinto.
Si este grupo contara con un subsidio no proveniente de sus bolsas, podrían desarrollarse mucho más como artistas, y el sentido comunitario, colaborativo y horizontal de Tadeco y el Albergue, beneficiarían a mucha más gente, además de darles un respiro económico a los integrantes.
Me gustaría abundar también en el caso del grupo Marionetas de la Esquina, pero esto se está poniendo un poco largo, así es que solo haré una breve mención: El grupo, dedicado al teatro para niños con títeres, igual que El milagro, ha recibido una gran cantidad de apoyos, cuenta con un teatro propio en Coyoacán y podría considerarse una de las compañías más privilegiadas del país. Recientemente perdieron la beca del FONCA de creadores escénicos que aseguraba ingresos para sus colaboradores y operación, y ahora están acorralados, a punto de la asfixia porque, obviamente, los ingresos por taquilla no alcanzan para sostener la infraestructura, la producción de obra, los sueldos de colaboradores, la difusión, la gestión y toda la inmensa labor que deben hacer día con día para ofrecer a los niños y niñas un teatro de calidad.
Ahora sí, llego al punto:
Y es que recientemente ha habido muchas discusiones sobre las modificaciones que deberían hacerse al FONCA para lograr que los estímulos no se queden entre unos pocos. Una de las propuestas, exige que los grupos artísticos no puedan acceder al estímulo de “México en escena” de manera indefinida, para que otras compañías tengan oportunidad. Esta exigencia lleva detrás un reclamo de justicia ante un hecho evidente: si unas pocas compañías, como El Milagro, reciben el estímulo de manera indefinida, muchas otras jamás tendrán oportunidad de tener las condiciones adecuadas para desarrollar su trabajo, y teniendo el talento y la disciplina, se verán orilladas a buscar otros medios de subsistencia, casi siempre en demérito de su trabajo artístico por la simple razón de que para lograr resultados sobresalientes, se requiere mucho tiempo de trabajo.
Luego entonces surge el dilema: ¿Hay que retirarle la beca a El Milagro porque ya la ha recibido por muchos años consecutivos, aunque gracias a ello haya creado obras notables y sea evidente que sin el apoyo no podrían trabajar igual? ¿O no hay que retirarle le beca y entonces condenar a las compañías que podrían tener logros semejantes a jamás acceder a un espacio de investigación creativa?
Creo que es un falso dilema. Principalmente porque sea cual sea la posición que tomemos, los que se terminan jodiendo son los compañeros del gremio. Es decir, que al tomar partido acabamos exigiendo que se le quite el apoyo a unos colegas que trabajan bien o que no se le faciliten apoyos a otros que podrían hacerlo. Nos convertimos en enemigos de nosotros mismos y nos disparamos al pie.
Lo que necesitamos en realidad es que estos subsidios alcancen para muchísimos más grupos. Para que quienes empiezan o no han tenido hasta ahora oportunidades de desarrollar sus discursos artísticos y sus lenguajes estéticos encuentren el campo fértil necesario para la creación, es necesario proveerlos de condiciones óptimas, y para que los grupos consolidados que dependen de estos apoyos continúen con su trabajo. En una economía de mercado, esto solo puede suceder con subsidios, pues las artes escénicas que se han propuesto la experimentación y el perfeccionamiento artístico no son, ni de lejos, siquiera sustentables. Y no me refiero a las notables excepciones que podemos encontrar, esos casos de éxito comercial donde artistas de vanguardia han logrado la inserción en los circuitos del mercado. Me refiero a la gran mayoría que trabaja explorando posibilidades, siempre al borde del colapso y que son indispensables para que los otros casos exitosos existan.
A este panorama se suma la amenaza de no entregar más recursos a las asociaciones civiles, que es la figura mediante la cual los grupos concursan por la beca mencionada. El gobierno del cambio, el de la 4T, no parece tener claridad al respecto y avanzan dando palos de ciego sin una propuesta viable y sostenible para las artes escénicas. Y es también un falso dilema pensar que hay cosas más urgentes que atender en un país en crisis: la cantidad de recursos necesarios no es ni de lejos cercana a lo que se desperdicia en Pemex, en la Guardia Nacional o los megaproyectos, lo que se condona a TV Azteca o Televisa; ¿Por qué sí alcanza para asignar al béisbol un monto que duplicaría los gastos del FONCA destinados a becas y estímulos a la creación?
Es decir, que la exigencia hacia el estado debe ser más apoyos, mejores condiciones de producción, difusión y circulación de las obras. Salarios dignos para los artistas. Seguridad social que incluya salud, vivienda, jubilación. No menos del 1% del PIB a cultura, triplicar las becas del fonca, no en los montos sino en las cantidades que se otorgan, optimizando sus programas. Como dicen los compañeros del sur: Para todos todo.