Los relatos de fantasía, como
género literario, y en especial los que se centran en la épica heroica, la
creación de mundos imaginarios y las aventuras sorprendentes, suelen ser
considerados divertimentos juveniles con poca profundidad conceptual y escasos
desafíos lingüísticos. Por supuesto, es un prejuicio que se desbarata
analizando algunas obras de renombre, como El Señor de los anillos (J. R.R. Tolkien),
Kalpa Imperial (Angelica Gorodischer), Titus Groan (Mervyn Peake), La Historia
Interminable (M. Ende), Historias de Terramar (Ursula K. Leguin) o Las Puertas
de Anubis (Tim Powers) por mencionar algunos. Pero… ¿de dónde nace este prejuicio
si la mitología entera, desde Gilgamesh, pasando por la Iliada y el Mahabarata hasta
las gestas del rey Arturo pertenecen al mismo género? Obviamente, algo tiene
que ver que se comercialicen una inmensa cantidad de obras mediocres sostenidas
por un gran aparato de publicidad, cuyo pobre contenido literario deja mal
parado no solo al género, sino a la humanidad entera. Pero otro tanto podría
decirse de la literatura “seria” o de la ciencia ficción o de la novela
policíaca. ¿Será que la presencia de hadas, duendes, elfos, genios, ondinas,
dragones y basiliscos está inevitablemente asociado con la infancia (histórica
y bilógica)?
El tema da para una tesis
doctoral y no pretendo desentrañarlo en este breve comentario, pero quise
traerlo a cuento porque quiero hablar de un autor de fantasía mexicano, Medardo
Landon Maza Dueñas, quien ha dedicado su vida a la creación de un universo de
fantasía complejo, profundo, lleno de maravillas y sorpresas, y sobre todo, muy
pertinente en los días que vivimos.
Para empezar, vale decir que en
Latinoamérica, el prejuicio señalado antes ha sido incluso más agudo, y las
élites literarias han marginado por completo a quienes intentan explorar con
sus letras los territorios de la fantasía heroica, y que a diferencia del mundo
anglosajón, tampoco han encontrado un nicho óptimo para publicar y
comercializar sus libros. Los autores de este tipo se mueven entre la sombra.
En el mejor de los casos, se vuelven autores de culto.
El caso de Medardo va por esa
ruta. Fuera de los circuitos comerciales y de los parámetros típicos de la
consagración literaria, este autor nos ha entregado ya unos cuantos libros de
notable contenido. Claramente deudor de la mitología celta, las gestas y
bestiarios medievales, las divinidades griegas y nórdicas, las narraciones de
Tolkien, Tad Williams y Cervantes, ha configurado a lo largo de diferentes publicaciones
un universo narrativo profuso, casi barroco, cuya complejidad vamos
descubriendo de a poco conforme hacemos las conexiones entre sus textos.
Y es que todas sus historias
están enlazadas. Todas. Lo que se menciona de paso en uno de los cuentos,
resulta el centro de la historia en otra novela, un personaje de reparto acá,
se convierte en el protagonista por allá, y un paisaje mencionado como lejano
luego aparece como el territorio transitado. Esto nos deja suponer que lo que
leemos es apenas la punta de un gran témpano de historias posibles y narrables,
a cuál más deleitosas y ponderables. Ah, y como corresponde al género y la
costumbre inaugurada por Tolkien, abunda en paratextos, mapas, apéndices,
glosarios, que cierran (¿o abren?) la experiencia de lectura más allá de los
párrafos del libro. Una invitación para sacar a pasear la imaginación, llevados
de la mano por una prosa tenaz y un estilo comprometido, por este mundo
rebosante de detalles y complejidades.
Además, y no menos importante, Medardo
Maza nos narra en sus historias imbricadas, la gesta de los pequeños. Las criaturas
chiquitas, los desfavorecidos, los marginales, los insignificantes son los
protagonistas de estas historias. Medardo pone en ellos la esperanza y la
responsabilidad de luchar contra la injusticia. No se trata de historias de
grandes guerreros ni reyes poderosos (que sí los hay, pero a menudo son el
problema) si no de personas al borde del precipicio, cuya dignidad debe ser
restituida. Hay, pues, un posicionamiento político, o una política de la
mirada: mirar desde abajo. El objetivo de sus héroes no es obtener la corona o
la victoria en una gesta de armas, sino sobrevivir, salvar la propia vida y la
de los seres queridos. Transformar el mundo por el bien de todos.
Por si fuera poco, en cada libro
ha buscado un lenguaje y un público diferentes, según la edad y las temáticas. Desde
una serie de libros para niños siguiendo las aventuras de un niño Mordyn
(pequeña criatura de pies velludos que vive en un agujero), pasando por una
colección de bestiarios donde se describen diversas criaturas fantásticas detallando
sus características y lugar en el mundo (unicornios, hadas, vampiros, dragones,
etc), hasta las novelas con contenido más duro, para público joven o adulto,
como Castillo hueco, una aventura de
juventud, de compañerismo, de cofradía adolescente; Hadas en Chapultepec, mixtura entre el México contemporáneo y un
mundo subterráneo de duendes y chanekes (merecedora de mención honorífica en el
premio Ignacio Manuel Altamirano 2015) o Poker
de cuatrillizos, un entramado de historias familiares, política y traiciones,
conspiraciones, represión y rebelión, poblado de asesinos seriales, abusadores,
redentores, brujas, brujos, paisajes oníricos, y todo contado desde las
diferentes perspectivas de personajes cuyas vidas se entrecruzan alrededor de
una partida de póker, todo ello envuelto en una estructura sofisticada de capítulos biográficos narrados desde la perspectiva de diferentes personajes.
Tiene además, un extraordinario
ensayo comparativo entre Tolkien y Cervantes, Frodo-Quijote y Sancho-Sam, que
fue Primer lugar del X
Premio Aelfwine de la Sociedad Tolkien Española, titulado El Quijote y
Sancho & Frodo y Sam.
Vale muchísimo la pena sumergirse
en el universo de Medardo Landon Maza Dueñas, que demuestra con un fuerte
compromiso literario que la fantasía en México puede ser tan sólida y
trascendente como la mejor del mundo.
Una muestra de su trabajo, su
biografía y publicaciones se pueden ver en el blog del autor en https://elmordyn.wordpress.com/
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